No me toques, estoy endemoniado

No me toques, estoy endemoniado: varios libros de Julio Inverso en Fardo Editorial

por Mariana Figueroa Dacasto

La editorial Fardo acaba de lanzar tres libros del poeta Julio Inverso: Milibares de la tormenta, editado originalmente en 1996, Cielo genital, publicado en 2000, a un año de la muerte del autor, y Érika no sabe beber duro, en el que se incluyen varios poemarios, uno de los cuales (el que da título al volumen) se encontraba hasta ahora inédito. Asimismo, editó en formato librillo una sección de Milibares de la tormenta titulada Lucía en diferentes cálices. El volumen de Cielo genital, por otra parte, está dedicado a Miriam Cueto, madre de Inverso e incansable divulgadora de su obra. Milibares de la tormenta incluye además varios poemas inéditos. Esto es resultado también de un arduo trabajo de los editores, que incluyó revisión de manuscritos originales.

Siguiendo perezosamente la tradición historiográfica literaria uruguaya podríamos ubicar a Inverso, por una cuestión generacional, dentro del underground montevideano de los años 80, si bien la mayor parte de sus publicaciones es de la década siguiente. Además de ser un pionero del grafiti montevideano con la Brigada Tristán Tzara, era un performer exquisito, provocador y muy espontáneo en sus lecturas en vivo.

El underground de los 80 no puede catalogarse como un movimiento, sino más bien como una escena. La poesía de Inverso sería, por un lado, una síntesis de las afinidades de quienes la constituyeron (punk, psicodelia, vanguardias europeas, malditismo, poesía beatnik, etcétera), pero al mismo tiempo trasciende ese momento histórico puntual y sigue sonando con plena vigencia y actualidad. En cierto modo, hay algo que aúna toda esta gama de influencias y es el temperamento romántico, el predominio de los sentidos y las pasiones sobre la racionalidad, la búsqueda del exceso más que del equilibrio. Por eso la poesía de Inverso se centra en estados intensos, emocionales, limítrofes, donde en la más extrema desesperación surge un fulgurante encuentro con la Belleza (“No me toques, estoy endemoniado. Seré la bengala que rompe a llorar en tu cielo hecho añicos”).

Pero la obra de Inverso se opone a lo que sería, en palabras de Alfredo Fressia, la “laicización de la poesía”, es decir, la percepción de esta como el resultado del mero uso de una técnica y un conjunto de recursos manejados a voluntad por el poeta. En cambio, Inverso parece percibir la poesía como algo que preexiste al poeta, que no la crea sino que la encuentra y la encarna. En sus propias palabras: “O la poesía hace tambalear el edificio de los sentidos / o la poesía no sirve absolutamente para nada”. Y por supuesto que podemos (como hicimos un párrafo más arriba) explicar esta idea cuasi mágica a través de sus influencias, tan visibles que la tarea de rastrearlas se agota rápidamente, ya que Inverso utilizaba intertextualidades muy explícitas y la mayor parte de sus referentes poéticos aparecen directamente nombrados en sus libros. Pero si no se entiende esta concepción de la poesía, difícilmente podríamos entender su poesía, y nos quedaríamos en establecer una simple y aburrida relación causa-efecto.

Aquí el “no me toques, estoy endemoniado” que citábamos más arriba adquiere otra significación. El yo lírico de la poesía de Inverso siempre se presenta como un yo poseso: por una emoción, por las drogas, por la abstinencia de ellas, por el amor, por el deseo, por una conversación, por una visión, por demasiadas cosas o por ninguna, pero en definitiva, siempre por la Belleza que se revela fugazmente en un momento efímero e irrepetible. La poesía, en su caso, preexiste al poeta. Para encontrarla es necesario aguzar la sensibilidad a un punto muchas veces doloroso. Y aquí es cuando los románticos y los poetas malditos se juntan con los mártires del rock’n’roll. El abandono del yo a los sentidos y las pasiones (una de cuyas vías pueden ser las drogas, pero no única ni necesariamente) como motor de la creación reúne a una diversa familia de vates posesos de los cuales Inverso es la encarnación más brillante en la poesía uruguaya de fines del siglo XX.

No obstante, ciertos matices de su literatura evitan que se caiga en la grandilocuencia y en la pose vacía. Cuando el yo se dirige o evoca a un tú (sea en su poesía amorosa o en aquella que retrata criaturas nocturnas montevideanas), hay siempre una justa dosis de ternura en ese universo oscuro y extremo, que también juega en los muchos atisbos de humor e ironía que recorren las páginas de sus poemarios (“Tengo una divertida historia de gángsters para contarte / yo soy el protagonista / truculento mártir de la poesía / y del fuego de tu amor”). Como si de alguna manera el poeta quisiera decirnos que en un punto todo este viaje hacia los límites de la sensibilidad humana es sólo un juego. Un juego con fuego, pero juego al fin. En este equilibrio se sostiene gran parte de la fuerza de la poesía de Julio Inverso.

Los volúmenes publicados por Fardo son de una edición muy prolija, con la sobriedad en el diseño característica de la editorial, e incluyen algunas fotos icónicas del autor. Acompañan cada uno de los libros pequeños artículos finales, en Cielo genital, a cargo de Magdalena Portillo (“Un alquimista con el corazón sobre la piel”), en Milibares de la tormenta, por Sebastián Míguez Conde (“Un manojo de fotocopias abrochadas”) y en Érika no sabe beber duro, por José Arenas (“Los tangos de Julio Inverso”). El de Portillo se centra en una suerte de elaboración de una imagen arquetípica de la personalidad de Inverso a través de su poesía, y es probablemente el más poético de los tres. Míguez Conde cuenta su experiencia con su obra a través del “manojo de fotocopias abrochadas” del título. Por último, Arenas intenta enmarcar la estética de Inverso (y en parte, de su generación) con la poética tanguera, lo cual resulta un tanto discutible, pero abre puertas a otras lecturas posibles más allá de las ya hechas.

Probablemente Julio Inverso hubiera esbozado una sonrisa irónica al saberse un poeta ineludible en la literatura uruguaya contemporánea, a un paso de convertirse en clásico. Pero de hecho lo es, y lo mejor es que no cansa.

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